22
de febrero: Wake
up, breakfast y a rodar mi vida. Este día estuvimos desde las 10 y
poco de la mañana hasta que atardeció en el pico conocido como
V-land; el día anterior habíamos comprado embutido en el supermercado para
preparar unos cuantos bocatas y así no tener que movernos de la
playa. En algún momento de la tarde apareció César el brasuca, me
saludó y se piró casi corriendo, mirando detrás de mí, diciendo
que iba a por la tabla. A mi todo me pareció muy sospechoso porque
casi me dejó hablando sola y cuando giré la cabeza, para saber a
quién miraba, lo veo a Alex saliendo del agua y acercándose hasta
mí. Aunque no me gustó nada la actitud tampoco le di mucha
importancia porque pensé, inocentemente, que podría ser solo
casualidad. Más tarde volvió a aparecer preguntándome si tenía
mechero y como le dije que sí, aprovechó y me preguntó si quería
fumar. Asentí y me hizo señas para que lo siguiera hasta unos
arbustos que había justo detrás de donde yo solía ponerme; esto me
gustaba menos aún que la actitud anterior, pero lo adjudiqué a la
paranoia del fumeta-persecuta
y así se lo dije a él, para escuchar que solo lo hacía porque
había niños en la playa.
Toda
la situación me daba un mal rollo terrible: el temita de los
arbustos, la fuerza y la rapidez
con la que le daba las caladas al porro y la forma en que no paraba
de mirar de un lado hacia otro, hasta que me lo pasa y me dice: “I
like you… you know?”,
a lo que yo pensé “Ya… ya estamos.” “I
know that you have a boyfriend and that…”
y le contesto “Ok…”, fumando y tratando de darle la mínima
importancia a todo lo que estaba diciendo. Acelerando el trámite le
pregunto si me puede conseguir hierba y me dice que sí, pero a 60$
el gramo… ya ves. Le digo, mientras doy lo que sería mi última
calada, “Hey! Very expensive… uh?” y el que me ignoraba ahora,
era él; fuma mientras me toca el muslo –que no, culo- para decirme
“You
have to wear brazilian bikini… is this argentinian?”
y según le quitaba la mano de donde la tenía, no pensaba en otra
cosa más que pirarme de los putos arbustos. Le contesto que no y le
pregunto cómo tenía que hacer para que me trajera cosa y me dijo
que lo llamara, así quedábamos y nos encontrábamos. Me pasa el
canuto y le digo que no quiero más mientras me incorporo para rajar,
ya de una vez por todas, intentando que mi cuerpo totalmente fumado
–la maría estaba very
buena- se moviera y saliera de allí mientras le digo, “Ok… I’m
gone” y él me pregunta “Can
I give you a hug?”.
Pienso… joder, joder, me cago en todo lo que se menea y al
contestarle “Ok” me da un abrazo tan fuerte, que no me dejaba
respirar bien y tuve que golpearle con la mano abierta en la espalda,
repitiendo más de un Ok,
para que me soltara de una vez, hasta poder decirle que casi me
deja sin aliento.
Al
salir de allí me eché en mi toalla y pasé olímpicamente del
estúpido brasileño, sintiendo un asco terrible y jodiendo el
colocón de tan buena hierba.
Al volver Alex del agua le conté que había estado fumando con el
brasuca, que le había preguntado el precio y todo pero que me negaba
rotundamente a comprarle nada al colega. No le conté todo porque aún
nos quedan dos semanas en Oahu y Alex, surfea en el mismo pico que el
César este y a pesar de que mi compañero nunca reacciona en este
tipo de situaciones, no quería crear mal rollo por si se cruzaban en
el mar. Volvimos al camping en las bicis mientras yo volaba con mi
mente, pensando unas líneas que quería escribir como reflexión final del día, antes de echarme a
dormir.
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