21
de febrero: Mentalizada
y preparada para nuestro ciclista destino, me desperté y con la
bolsa del Wal Mart donde dejábamos la pasta de dientes, los
cepillos y mis cremas, me acerqué al baño. Luego desperté
a mi amodorrado acompañante para preparar el desayuno, las
mochilas y así emprender nuestro primer día de pedaleo hasta
V-land. La mañana era soleada y casi sin viento, por lo que no
podíamos quejarnos de las condiciones; una pena que Mr. Bike,
presionado por la prisa y obsesionado con romper un candado que tenía
la bici en el caño porque “it doesn’t look nice”, se olvidó
de ajustar algunas cosas y a la altura del Turtle Bay Resort, la
cadena se salió y siguió haciéndolo sin parar, hasta llegar a la
playa. Cambiamos de bici porque Alex le echaba la culpa a mi forma de
pedalear en lugar del ajuste de la cadena y optando por dejar que la llevara
él, solo por no seguir escuchándolo para llegar de una vez a V-land y que se metiera directamente al agua. Mejor así.
Poco
después llegó César,
el brasuca
que había conocido allí y me dijo que se iba a surfear a RockyPoint pero que cuando regresara, se pasaba para que fumáramos un liado juntos. Cuando Alex salió del agua fui hasta Ted’s Bakery para
comprar el almuerzo, quedarnos un rato más en la playa, otro baño y
volver al camping con nuestra bici-coñazo. Dejó la tabla en el
camping, continuamos el pedaleo hasta Laie y frenamos en una ferretería,
donde también vendían cosas para bicicletas. Compramos una luz,
hinchador, parches, pilas y una llave –no sé si inglesa, francesa
o hawaiana- para ajustar la condenada cadena y terminar la noche
comiendo unos ricos potes de helado Ben & Jerry’s que compramos en el Foodland. Umm…,
¡yummi, yummi!
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