20
de febrero: Desayunamos
y encaramos hacia Honolulu city; había llegado la hora de devolver
el coche en el aeropuerto, debido a mi confusión por reservarlo a
último momento y haberlo hecho solo por 6 días, en lugar de una
semana. Paramos en el Foodland de Laie para averiguar sobre el pase
de autobús y estaba en ello, cuando la dependienta me comenta si
realmente me convenía comprar el pase del mes ya que estaba a punto
de terminar. Yo no entendía bien a qué se refería y cuando me dijo
el precio comprendí que aquí los pases los venden por mes natural,
o sea, del 1 al 31 y tendría que comprar dos para viajar hasta que
marcháramos de la isla. Cuando se lo comenté a Alex tuvo la
brillante idea de decir “Bueno…
compramos otra bici y vamos juntos”
a lo que yo respondí “¡Claro!”,
mientras él recordaba que había apuntado en mi mini-libreta el
teléfono del filipino-hawaiiano-parlanchín. Lo llamó, le explicó
la situación y nuestro particular mecánico de bicicletas respondió
que quizás pudiera tener otra bici para ese mismo día, pero que le
llamáramos de nuevo sobre las 3 de la tarde.
Con
la solución encaminada fuimos hacia Honolulu a devolver el coche en
Álamo y con el bus 52 hasta el centro comercial Ala Moana, para
comer algo, enchufar el ordenador y hacer tiempo hasta hablar con Mr.
Bike. Finiquitado el almuerzo al estilo mexicano fast-food, Alex le
llamó explicándole que no teníamos coche para acercarnos hasta
Pearl City y dijo que le volviéramos a llamar antes de marcharnos
del centro comercial, porque podría llevarnos la bici hasta allí.
Dimos vueltas buscando donde encontrar señal de wifi gratis y
encontramos en la última planta un salón junto a los baños, con
sillones estampados de flores donde podíamos sentarnos, junto a otra
gente que dormía sentada, quizás esperando al resto de su familia y
también junto a … ¡un enchufe! Lástima que esto sea parte de los
Estados Unidos de América y hay cámaras de vigilancia, si te
descuidas, hasta debajo de tu culo, por lo que al rato vino un
segurata mandado por el ojo que todo lo ve, a decirnos que no
podíamos estar enchufados allí porque “la
corriente era inestable”.
Alex se quedó gastando batería y wifi mientras yo paseaba por el
Ala Moana, tratando de averiguar a qué hora salía el último bus
hacia el north shore. En el mostrador de información me dijeron que
eso debía preguntarlo en la City Hall Satellite Office y cuando
llegué allí, tenían horario de todos los buses menos de los dos
que iban hacia el norte. Me acerqué hasta el mostrador para saber si
tenían algún horario más o si sabían las horas de estos buses,
respondiéndome que no
a ambas preguntas pero me entregó el número de teléfono de The Bus
para averiguarlo. Llamé y me informaron que el último era a las
20.15hs… hiper temprano, por lo que continuamos haciendo (o
perdiendo) el tiempo, Alex con el ordenador y yo paseando por Barnes& Nobles, una inmensa librería donde me perdí durante más de
una hora viendo libros y revistas. Alex me rescató para comentarme
que había hablado con Mr. Bike y éste le había dicho que le
esperáramos en la planta baja del parking, donde el Sears, porque a
las 19.30 estaría allí con mi bici. A las 8 menos cuarto,
preocupados por perder el último bus hacia el norte, vuelvo a llamar
a The Bus para saber si no había otro que partiera más tarde de
Honolulu y me responde que el 55 pasaba a las 21.00 y a las 22.15,
siendo su recorrido aún más corto que el del 52 y con parada en el
mismo Ala Moana shopping center. Alex le cuenta a Mr. Bike la noticia
y éste le responde: “Si
miras a través de la ventana, podrás ver que estoy llegando”;
durante cinco minutos nos preguntamos a qué ventana se referiría el
colega hasta verlo aparecer con mi beach cruiser, también de color
verde, cargada en su coche rojo y con su madre como copiloto. Nos la
dejó por solo 50 pavos, nos dijo que se marchaba rápido porque
estaba “In
a hurry”
y nosotros fuimos hacia la parada de The Bus para coger finalmente el
52- Circle Island, que terminó pasando a las 20.30hs. Dos horas y
media después, congelados por el frío aire acondicionado del bus y
con la vejiga a punto de reventar, bajamos en Malaekahana y agotados
por el día en la ciudad, nos fuimos directo a dormir.
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