40º y 41º DÍA: That's all canadian folks!


18 de febrero: Una nueva mañana de mudanza pero esta vez era de nuestros colegas los canadienses, que necesitaban les lleváramos con sus trastos en el coche hasta el backpackers de Sharks Cove, ya que tenían reservada allí unas camas en una habitación, para pasar su última noche en la isla. Partimos temprano hacia V-land para que se pegaran el último baño antes de marchar, continuando así su largo viaje hacia Australia y pasamos el resto de la tarde, sin más, echados en la playa mientras los chicos surfeaban y yo recibía malas noticias para Alex, en mi teléfono móvil. Como teníamos que resolver una situación que aunque lejana, era urgente, quedamos con la pareja que pasaríamos por la noche a conocer la habitación donde se hospedaban. Al llegar nos recibieron con unas ricas galletas que hornearon y agradecidos por el favor que les íbamos a hacer, habían preparado unos regalos para nosotros dos; una baraja hawaiana para Alex y para mí, una libreta con dedicatoria y portada personalizada. Nos quedamos tomando vino, comiendo las galletas entre risas porque habían quedado un poco, digamos… apelmazadas y conocimos a sus compañeros de cabaña, un marroquí y una brasileña que vivían en Washington DC y también estaban surfeando por las islas. Aproveché su electricidad para dejar cargando el ordenador, pero cuando fui en busca de él, me di cuenta que me había olvidado conectar el enchufe al transformador y la batería estaba igual de seca que cuando llegamos. Como solo unas horas más tarde volveríamos a recogerlos para llevar a los canadian hasta el aeropuerto, preferí dejarles el ordenador por si lo querían usar y de paso, cargar la batería a tope.

19 de febrero: Madrugada. Calenté un poco de agua y le preparé un rápido café a Alex para ir recoger a los canadian que, medio zombies, nos esperaban en el lanai de su cabaña con los trastos preparados. Chris ataba las tablas al techo, yo metía los bolsos en el maletero y Caaley devolvía la llave a la recepción, que quedaba a unos cuantos metros de las cabañas, logrando al organizarnos entre todos, abandonar el north shore a las 5 de la mañana para llegar al aeropuerto a tiempo y evitar la rush hour de Honolulu, que debe ser bestial. Llegamos sin problemas pero nos perdimos a pocos metros del aeropuerto, por mi intención de desvío para encontrar un sitio donde desayunar. Como Alex se tensionaba demasiado cada vez que buscaba rutas alternativas, terminamos parando en una gasolinera en Lagoon Drive tomando café aguachirri y comiendo una hamburguesa de huevo y queso, recalentada en el microondas, parados tranquilamente en la puerta hasta que un hombre nos avisó que no dejáramos las tablas solas en el techo del coche, porque aquella era una zona un poco chunga. Dejando a los chicos en la puerta del aeropuerto para embarcar hacia su nuevo destino en Australia, partimos y entre fotos, besos y abrazos, nos despedimos de los canadian hasta otro afortunado encuentro. Regresamos recto hacia el camping por la 99 para evitar la concurrida Kamehameha y Alex preparó un rico desayuno; creo que fue a partir de este día que se hizo cargo de la cocina y así, finalmente responsable de una tarea más allá de conducir el coche, y yo… tan feliz con algo tan simple. Fuimos juntos hasta V-land pero el mar estaba un poco pasado y Alex bastante cansado después del madrugón así que volvimos al camping a echarnos debajo de unos árboles junto a la playa, para disfrutar un poco de la sombra y dormir una placentera siesta. Alex se despertó y piró hacia el north shore de nuevo mientras yo me quedaba tranquilamente en el camping, escribiendo y jugando con los gatos. Terminamos la noche comiendo malvaviscos, sentados sobre piedras alrededor de nuestra particular fogata. 



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