Malaekahana camping 3-K |
17
de febrero: Recién
levantada, me acerqué hasta el baño de la zona 1, donde habíamos
acampado la primer semana que llegamos a las islas, para aprovechar y
visitar a mis gatunos amigos porque solían reunirse por allí, cerca
de la Comfort
Zone, pero
solo conseguí que se acercara uno de ellos, parecido a un pequeño
león y a quien nosotros, llamábamos Peluche.
Como ya
era domingo, teníamos que mudarnos a la zona de camping y abandonar
nuestro shack,
partiendo pronto hacia V-land y sin la pareja de canadienses, porque
estaban rojos como gambas después de su primer día al sol en
Hawai'i. Al mediodía ya habíamos regresado al camping para hablar
con la vieja recepcionista de turno, que nos diría a que plaza de
camping cambiarnos; también le recordamos que necesitábamos
quedarnos hasta el 10 de marzo y nos respondió con un “Oohh!”,
como si fuera la primera vez que se lo decíamos, siendo una evidente
estrategia la contratación de este tipo de recepcionistas
arterioscleróticas,
que se olvidan de todo y así, no se comprometen con nada ni nadie. Nos
anunció que nos daba permiso para estar una semana y luego, el
manager decidiría qué hacer con nosotros. En la zona que yo quería
no había sitio disponible y nos marcó en el mamarracho de mapa que
tienen, donde sí podíamos acampar. Elegimos el 3-K donde Alex
comenzó a montar la carpa y preparar el hueco en la arena para la
fogata, mientras yo pasaba las cosas del shack
al camp
site y
así
perder el menor tiempo posible en esta mudanza. Atamos la bici de
Alex a un árbol junto a nuestra tienda y terminada la faena, tiramos
hacia Haleiwa para ver si encontrábamos un surf rack. Después de varios rodeos por el
pueblo, nuestra conversación parecía un deja vú: “Dónde
te dijeron que era Alex?”,
“Por
ahí…”
siendo “ahí”,
un sitio sin sentido ni dirección este, oeste, norte o sur.
Finalmente encontramos una tienda que los vendía, pero a 100$ y como
era mucha pasta para después dejarlo tirado por allí, pensamos en
otra solución y vimos que había buenas fundas por 40-50$, con un
asa larga y acolchada. La idea era que Alex hiciera los 10km desde el
camping hasta el north shore con la tabla colgada, pero el problema
era que no encontrábamos una funda para su 6´3’’ con ese tipo
de asa. Llegamos hasta Surf n’ Sea, justo a la entrada de Haleiwa
donde encontramos la funda y a un chico súper amable, que le cambió
el asa por una mejor y le vendió la funda por solo 50$. Felices por
haber encontrado una solución sin desperdiciar pasta, paramos en el
supermercado de la “china” (que en realidad era una señora filipina) en Kahuku para comprar birras y hielo, ya que los canadienses nos
habían dicho por la mañana que nos invitaban a cenar junto a su
shack,
pollo
asado con brócoli a la barbacoa. Allí fue que pasamos la noche,
fumando tabaco marca Midnight
Special (shine a light on me...) que compré en el super por menos de two
dollars
y ellos nos convidaron unos raros cigarros con gusto a canela.
Charlamos sobre su vida en Canadá y nos contaron que era muy cómoda,
bastante parecida al estilo de vida norteamericano porque su gobierno
siempre se mantenía unido a los gustos de sus vecinos, aunque con
menos paranoia y mucho más relajados en cuanto a normas. Nosotros
les contamos sobre el placer de vivir en España siendo extranjeros y
así continuamos hablando hasta que a la medianoche, los bostezos
generalizados marcaron la hora de marchar a nuestra tienda, partiendo
con nuestros estómagos contentos y medio borrachos después de tanta
birra consumida.
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