7
de Marzo:
Mi consorte se despertó con el oído malo, lleno de agua, provocando
nuestro remoloneo en la habitación hasta prácticamente el mediodía,
cuando decidimos sacarle partido a las últimas horas para
desplazarnos rodados y aprovecharlas recorriendo Haleiwa, más allá
de la comercial carretera principal que la atraviesa. Pasamos por
Waimea, llegamos al puente del arco iris en el pueblo surfero del norte y no pude evitar dejar
libre a mi reprimida consumidora interior, comprándome algo de ropa
y poco más, ya que aún nos quedaba vivir un mes en Los Ángeles y
sabía que allí la tentación sería mucho mayor, por lo que debía
comenzar a organizar el contenido de mi mochila y controlar el
espacio que me iba quedando libre para este tipo de caprichos.
Paramos
en Kua’aina, hamburguesería mítica de la costa norte y mientras
almorzábamos al estilo horario español (after 3PM), leía el StarBulletin de la fecha, muriéndome de envidia al ver que el Kilauea
había conseguido despertar a la diosa Pelé y después de 8 meses,
la lava regresaba al mar en Big Island, proyectando su esplendoroso
espectáculo de humo y destellos rojos. No habíamos tenido suerte de
disfrutar semejante exhibición pero mi ensalada de pollo en Oahu
estaba tan deliciosa, que no me importaba nada.
Acabadas
las burguers montamos en nuestras futuras ex-bicicletas para merodear
por los callejones de Haleiwa, soñando como molaría vivir en tal o
cual casa y regresamos a Shark’s Cove para meternos en sus piscinas
de roca, donde el océano entra por encima de paredes hechas de
arrecife con forma de cascada. Cuando el oleaje comenzaba a entrar,
nos impedía avanzar al ser empujados hacia la orilla por la fuerte
corriente, siendo la mejor opción quedarte quieto en el sitio y
esperar se calmara la marea o el socorrista que no dejará de pitarte desde su puesto, ya que a los pocos segundos las piscinas volvían a su estado
original y podías ver como los bañistas acostumbrados a ello,
proseguían con el snorkel.
De
regreso a la casa mi compañero se dedicó a engrasar las cadenas de las bicis con
un poco de canola
oil
para poder entregárselas al día siguiente a Sarah, el email
seleccionado y la nueva propietaria de las verdes beach
cruiser. Cuando atardecía, nos acercamos hasta la playa justo detrás de la casa,
con nuestras colchonetas de camping debajo del brazo ya que,
finalmente, mi compañero se había entusiasmado por aprender mi
diaria tabla de Pilates.
¡ Recibe la guía en tu casa en formato bolsillo por solo 5€ !
No hay comentarios:
Publicar un comentario