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de Marzo: Adiós gallo
despertador, adiós gata Gordis con tu maullido matutino, adiós a
sentir las olas romper cuando nos dormimos, adiós comunidad gatuna -
Pipitino,
Samoano, Newman, Peluche, Cazador Furtivo, Gris-,
adiós a nuestros 20km diarios en bici a través del campo del norte
de Oahu, adiós Malaekahana, adiós. Uno se da cuenta de lo que
tiene, de lo vivido una vez que pasó, siempre cuando se acabó. No es
justo ni para uno ni para lo que momentáneamente se posee... este
sitio precioso y calmo; iba a echar de menos a los gatos pero estaba
preparada para vivir una nueva aventura.
Me
acerqué hasta la comfort
zone para despedirme de
ellos y les dejé la silla de lona que nos habíamos encontrado en
New York, escribiendo en el respaldo CAT
THRONE junto al dibujo de
una corona, para que nadie se las quitara. La Gordis se despidió de
nosotros cuando nos despertamos y ya no volvería a encontrarnos al
volver a la plaza de camping; me pregunto qué pasará por la cabeza
de un gato cuando vive una situación así. ¿Cómo la enfrentará la
gata Gordis?, ¿cómo reaccionará cuando se de cuenta que nuestras
cosas ya no están... que ya no volveremos más?
Sin
desayunar, porque nos habíamos levantado bastante tarde, empezamos a
desmontar la tienda como las veces anteriores con la diferencia que
en esta oportunidad, la guardábamos sin saber si la volveríamos a
abrir otra vez. Nos deshicimos de cacharros, almohadas, propano,
cooler y demás cosas que nos acompañaron durante nuestro mes y
medio de acampada por las islas, dejando todo en la comfort
zone con un cartel
anunciando que eran free
items, para que otros los
aprovecharan. Hoy llegaba el fin de nuestra camper
life.
Con
todos los bártulos preparados, dejamos las bicicletas atadas en la
entrada del camping y con las mochilas cargadas en la espalda, la
tabla de surf en su funda, la tienda en la suya y una bolsa con
comida en mi mano, nos posicionamos junto al cartel de entrada al
camping, pegados a la Kamehameha Highway. Con nuestro puño cerrado y
el pulgar apuntando hacia la costa norte, empezamos a hacer
dedo/auto-stop/hitch hiking, ya que The
Bus
no nos dejaba subir con la tabla. El día era caluroso, el sol del
mediodía calentaba con fuerza y mis cables comenzaron a hacer
cortocircuito después de pasar una hora esperando, sin sombra. La
indignación al ver cientos de coches pasar y ninguna intención por
su parte en parar, me calentaba aún más la cabeza y le pedí a mi
compañero que dejara la tabla en la recepción, para poder pillar el
próximo bus que pasara. Al hacerlo, le preguntó a la doña de turno
si nos podía llamar un taxi y le respondió que no tenía el
teléfono. Un encanto la inane señora. Media hora más de espera
hasta que un buen samaritano conduciendo una furgoneta, nos cargó
con las cosas en su caja para llevarnos justamente hasta Shark's
Cove, mientras escuchaba el sermón de Alex sobre tomarme las cosas
con mejor humor sin poder evitar aceptar, que tenía razón.
Llegamos
a la casa de nuestra anfitriona solo a soltar nuestras cosas en la
habitación, para coger el bus de vuelta al camping a por las
bicicletas y la tabla. Por la noche nos quedamos cenando en nuestro
nuevo hogar, sentados cómodamente en una cama después de varias
semanas durmiendo en el suelo, agotados por el largo día de mudanza.
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